4 de octubre de 2011

la naturaleza de un sueño

He notado que cuando la vida pesa, soy dada a dormir. Puede tomarse como se quiera (quizás una salida cobarde) pero es lo que hago y me gusta. Doy gracias por mi buena memoria de ensoñación.
Entonces, en mi afán por compartir lo bonito de soñar, les contaré lo que soñé ayer justo antes de despertar:

Ahí estaba yo, nadando cerca de un muelle, era de noche y no hacía frio, de hecho, el agua era tan cálida que estuve ahí por horas. Verán, para los que no lo hayan hecho, la magia de nadar de noche consiste en que no sabes hacia donde va tu cuerpo, no sabes lo que te espera debajo, ni sabes qué tan profundo es, no sabes nada, excepto que estás ahí, flotando.

Y ahí estaba yo, flotando en la mitad de nada cuando sentí un rosón en mi brazo. Extendí mi mano y entonces lo toqué, un pez tan grande y tan raro. Negro, como todo lo demás.

Comenzó a acariciarme con su gran lomo y yo, que no lo podía ver del todo, me limitaba a recorrer su cuerpo con mis manos, lo hacía para darme una idea de su imágen. Sentí sus aletas, su barriga, sus ojos y su boca. No tenía dientes. Y era inmenso

Inmenso, como el resto del mar que me rodeaba.

La magia de soñar es eso, magia. Magia que nos impulsa a la vida. Magia que nos impulsa a despertar y movernos...
ya no estoy triste


* Tiburón Ballena. Fotografía tomada en Bahía de los Angeles, por: mí y mi asombro.