25 de mayo de 2013

Letras para D.

Me dijeron que para el desahogo es preciso escribir y quemar. Me dijeron. Hoy, no quiero quemar lo que tengo para decirte, no quiero que se pierda. Sé, que seguramente jamás llegues hasta aquí para ver lo que tengo que contarte, pero de algún modo sentiré que habrá sido entregado al destino para que se encargue de hacértelo llegar (o no, con lo cual, habré entendido que así tenía que ser).

Dice una canción que -ojalá que a tu edad, sepas bien lo que es romperle el corazón a alguien así- no deseo que lo sepas, pero quiero que entiendas lo que pasó. Sé bien que no es tu culpa, sé bien que a veces dependerá de qué tan fuerte o frágil es el corazón que tenemos, pero quiero que entiendas, que conozcas, que te enteres. El mío era un corazón que estaba sanando (y lo sabías), y así, lo dejaste caer. Probablemente esa sea una cuestión de la que una misma deba hacerse cargo, aceptar la disculpa de quien lo rompió y comenzar a curarlo. Pero lo cierto es que ni siquiera dijiste adiós.

Te he leído por todas partes, para mí, han sido meses duros. Te bebí en el mezcal de Oaxaca, te nombré en las ruinas de Palenque, te miré en los árboles de Tabasco y, finalmente, te lloré en el mar de Ensenada. Te saboreé como nunca había saboreado la incertidumbre. Se deshicieron mis nervios, mi paciencia, mi paz, y también te deshiciste tú. El sueño que estaba lista para vivir.

Si te dijera qué tantas frases, películas, canciones, memorias están hechas de ti. Si te las nombrara me vería ridícula. Cualquiera pensaría que no tengo otra cosa mejor qué hacer, pero lo cierto es que hago muchas cosas pensando en sólo una. Y ya es tiempo.

Es tiempo de volver a soltar. 

Es curioso, cuando me preguntaste si podríamos estar juntos te pedí tiempo para soltar, para llegar contigo vacía, para llenarme de tí. Y hoy, sin haberte sostenido de la forma correcta, sin haberte sabido mío, tengo que deshacerme de tí. Qué cosa tan dolorosa. Qué cosa tan más triste.

Dice Eduardo Galeano que -Y nada tenía de malo, y nada tenía de raro, que se me hubiera roto el corazón, de tanto usarlo-. Pues bueno, ahí va el mío, una vez más...
Era un inmenso campamento al aire libre.
De la galera de los magos brotaban lechugas cantoras y ajíes luminosos, y por todas partes había gente ofreciendo sueños en canje. Había quien quería cambiar un sueño de viajes por un sueño de amores, y había quien ofrecía un sueño para reír en trueque por un sueño para llorar un llanto bien gustoso.
Un señor andaba por ahí buscando los pedacitos de un sueño, desbaratado por culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba y con ellos hacía un estandarte de colores.
El aguatero de los sueños llevaba a agua a quienes sentían sed mientras dormían. Llevaba el agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en altas copas.
Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprendía sueños, con todos sus personajes: Los sueños salían del pelo y se iban al aire.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.

18 de mayo de 2013

Es caprichosa la Soledad... y ágil, muy ágil. Es una mañosa sin corazón.

De repente viene a visitarme y, contra ella no puedo. Nunca he podido decirle que no porque cuando llega, llega con paso fuerte y siempre llega con esa capa suya que me tapa la vista de todo, es una aprovechada. Me da un coraje que sea así, fría, insensible, tan sufrible.
A veces me digo a mí misma -ya, ya no le abras la puerta, no la voltees a ver para que sepa qué poco te importa- pero siempre termina haciendo algún que otro malabar que me hace voltear a mirarla. Es tan poco fácil de ignorarla...

Cuando duro mucho sin verla, hasta la veo bonita, hasta me gusta, hasta la quiero pero hay otras veces en que no la soporto. Bien decía mi abuelo Enrique -Ay, cómo me gusta cuando vienen a visitarme, pero más me gusta cuando se van- así me pasa con la Soledad. Lo único malo es que después agarra confianza y para que se vaya... está canijo. Ahí es cuando la sufro y me pesa en el corazón. Me pesa tanto que a veces me cuesta respirar.

Si les digo, esa Soledad es bien mañosa...

16 de mayo de 2013


Cuando por fin vi sus ojos y pude tomar esta foto, fue algo así, como lo que le pasó a Alicia.

"O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia mientras descendía, tuvo tiempo de sobra para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después".

... La diferencia es que yo, yo sí sé qué sucederá después.

Quiero contarte todo lo que sentí, quiero contarte que todo el tiempo te conté.