19 de julio de 2013

Es tan difícil sobrellevar el pasado, y es tan difícil curar el dolor de las cosas que uno se queda anhelando y que no sucedieron...

Me desconozco, me olvidé de mi, cambié.

Qué tan probable es que yo vuelva a escribir tan felizmente como lo hacía? Al menos pensar cálido, como lo hacía...

A veces pienso que me estoy quedando encajonada en este cuarto triste que es la desilusión. La desilusión de lo que no pude ser y no seré, la desilusión de haber esperado lo que no llegó y, finalmente, la desilusión del tiempo que dejé escapar sin haberlo valorado.

Cómo uno puede seguir caminando después de la caída? Cómo salir del hoyo cuando te sientes tan débil? Me recuerda un poco a esa experiencia de Bane, el enemigo de Batman, de salir de la prisión de Peña Dura. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo... Ojalá yo pudiera hartarme de todo, hasta de mí misma, desesperarme y salir.

Al momento ya tengo el primer requisito, estoy cansada, cansada del dolor que es sobrevivir a la caída y quedarse derrotada en el suelo porque las fuerzas ya no alcanzan...

Dice Hesse que todos tenemos que aspirar a volar, que todos tenemos que romper el cascarón. Dice Nietzsche que todos aspiramos al superhombre, que somos la oruga que debe convertirse en mariposa. Dice mi madre que yo nací para ser feliz, que Dios tiene el propósito perfecto.

¿Yo? Yo puedo decir muchas cosas pero al final sólo diré: no he podido romper el cascarón, no me he convertido en supermujer, no soy feliz y no he encontrado el propósito perfecto.

Querido Hesse, querido Nietzsche, querida Madre, querido Dios, donde carajos escondieron el manual???

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